Todos hemos tenido semanas de esas: trabajas en varios proyectos a la vez mientras debes hacer malabares con fechas límite simultáneas, capacitar nuevos colegas y reunirte con clientes. Como si nada, acumulaste casi 70 horas en la oficina sin darte cuenta.
Las jornadas largas son un fenómeno global: en China, la semana laboral promedio es de 44 horas, mientras que en Colombia y Turquía, se trabaja casi 50 horas a la semana.
El auge de los “adictos al trabajo”
Esas largas jornadas que se pasan en el trabajo han dado lugar al “adicto al trabajo”: el trabajador que dedica horas extras cada semana en forma rutinaria. De muchas maneras, se le puede comparar con otras adicciones: la descarga de adrenalina durante un intenso periodo de trabajo y el bajón que viene después.
La diferencia es que ser un “adicto al trabajo” es aceptado por la sociedad, puesto que todos nos hemos encontrado con alguien para quien es un honor alardear sobre cuántas horas lleva trabajadas. Para las empresas de rápido crecimiento, este asunto suele ser muy notorio, pues los trabajadores se encuentran sometidos a la presión de realizar negocios a un ritmo vertiginoso y de encargarse a la vez de una gran variedad de proyectos.
Un problema de toda la empresa
Sin embargo, trabajar muchas horas no siempre es eficaz. Es más, hay estudios que revelan que la productividad cae bruscamente después de 55 horas y, para cuando llegas a las 70 horas, la productividad es tan baja que el resultado es el mismo que si hubieras trabajado 55 horas en una semana.
Pero es más que eso, pues también puede tener graves repercusiones en la salud de tus empleados. Según una investigación sobre el trabajo excesivo en Japón, los profesionales que habitualmente trabajan más de 60 horas a la semana tienen una descomunal probabilidad 15 veces mayor de sufrir de depresión que quiénes no lo hacen.
¿Qué se puede hacer?
Aunque es un problema generalizado, es algo que se puede superar. A menudo, la solución pasa más por un cambio cultural que otra cosa, lo que es una gran ventaja para las empresas de rápido crecimiento, que están acostumbradas a asumir nuevas maneras optimizadas de trabajar y de adaptarse rápidamente a nuevos desafíos.
En este caso, se trata de ser más flexible. Por ejemplo, hablemos de ir y venir diariamente del trabajo. En el Reino Unido, cada día los trabajadores viajan un promedio de 55 minutos, tanto de ida como de vuelta. Pero si se opta por cambiar por espacios de coworking más cerca de las zonas residenciales en los días en que el personal no necesite estar en la sede central, se puede reducir ese tiempo instantáneamente y aumentar el tiempo libre de los trabajadores.
De la misma manera, cambiar a un modelo flexible significa reemplazar una actitud de “horas trabajadas” con una en torno al rendimiento de las inversiones. Esto significa que los trabajadores se concentran en obtener resultados en periodos más cortos; las investigaciones de Regus muestran que esto aumenta la productividad para alrededor del 72 % de los trabajadores.